El amor es algo que sucede por encima (o por debajo) de las palabras. ¿Cómo podría el lenguaje describirlo?
El verano pasado recibí una amable invitación de parte de los organizadores del Foro Maternidad y Crianza que cada año celebra la asociación Vía Láctea, para dar una charla sobre el amor. Así, sin más contornos ni delimitaciones de ningún tipo.
El reto me enamoró a primera oída. Pero, ¿cómo podría pretender decir algo sobre el amor, del que soy un mero producto, por un lado, y un aprendiz, por el otro?
Gatillazo discursivo sobre el amor
Amor es una palabra polisémica: amor a los hijos, amor al trabajo, amor a la patria. Lo primero que hice fue ceñir el terreno, refiriéndome, en general, al amor de pareja, ese vínculo estrecho, más extenso que la amistad (la incluye), que se forma entre dos (o más) seres humanos, sin que medien lazos de sangre y sin que exista, necesariamente, una finalidad reproductiva.
¿Pero desde qué perspectiva hablaría del amor de pareja? Como psicólogo, sé bien que la psicología, centrada en lo patológico, apenas se ha referido al amor. Dada la complejidad del asunto y la riqueza de miradas posibles, ¿no sería posible ampliar el discurso a lo que sobre el amor se ha dicho desde la mitología, la filosofía, la antropología, la neurociencia, la sociología o la poesía?
Más que un texto articulado os presento algunas notas de lo que fue mi intervención en el foro, un claro intento fallido, un gatillazo discursivo, al intentar abordar lo inabordable, al querer asir lo inasible.
Eros: el que pone el universo en movimiento
“Pero los órficos dicen que Eros (…) salió de ese huevo y puso el
universo en movimiento (…) Algunos sostienen que Eros (…) fue el primer dios, pues sin él no podría haber nacido ningún otro (…) Otros consideran que fue hijo de Afrodita (…) Era un niño indómito, que no demostraba ningún respeto por la edad ni el orden establecido, sino que volaba con sus alas doradas disparando al azar sus afiladas flechas e inflamando desenfrenadamente los corazones”. (Robert Graves, Los mitos griegos, 2-b / 15, a-b)
Nadie resiste el hechizo de Afrodita
«-Dame ahora el amor y el deseo con el que a todos los inmortales y a las mortales gentes tú doblegas (…). Díjole, a su vez, la risueña Afrodita:
-Ni es posible ni estaría bien negarse a lo que pides. Tú eres quien pasa la noche en los brazos del supremo Zeus.
Dijo; y desató del pecho el cinto bordado, de variada labor, que encerraba todos los hechizos: hallábanse allí el amor, el deseo, las amorosas conversaciones y el lenguaje seductor que hace perder el juicio a los más prudentes”. Ilíada, XIV, 195-215
Zeus ya practicaba el poliamor
«- ¡Hera! (…) acostémonos y gocemos del amor. Jamás la pasión por una diosa o por una mujer me ha inundado el ánimo en el pecho hasta subyugarme, como ahora; nunca he amado así, ni a la esposa de Ixión (…), ni a Dánae Acrisiona, la de bellos talones (…) ni a la celebrada hija de Fénix (…) , ni a Sémele, ni a Alcmena en Tebas, ni a Deméter, la soberana de hermosas trenzas; ni a la gloriosa Leto; ni a ti misma: con tal ansia te amo en este momento y tan dulce es el deseo que de mí se apodera”. (Ilíada, XIV, 310-325)
El mito de la media naranja
“(…) cuando se encuentran con aquella auténtica mitad de sí mismos quedan maravillosamente impresionados por afecto, afinidad y amor, sin querer, por así decirlo, separarse unos de otros ni siquiera por un momento (…) Yo me estoy refiriendo a todos, hombres y mujeres, cuando digo que nuestra raza solo podría llegar a ser plenamente feliz si lleváramos el amor a su culminación y cada uno encontrara el amado que le pertenece, retornando a su antigua naturaleza”. Aristófanes en el Banquete, Platón (189c-193e)
El amor platónico no es lo que creías
«(…) debe hacerse amante de todos los cuerpos bellos y calmar ese fuerte arrebato por uno solo, despreciándolo y considerándolo insignificante (…) no sea, por servil dependencia, mediocre y corto de espíritu, apegándose, como un esclavo, a la belleza de un solo ser…” Platón, Banquete, 210b-210d
En el principio fue la delación
«- ¿Quién te ha indicado que estabas desnudo? ¿Has comido, acaso, del árbol de que te ordené no comieras?
Respondió el hombre:
– La mujer que pusiste conmigo, ésa dióme del árbol y comí”. Génesis, III, 9-12
Los «salvajes» también se enamoran
“La iniciación sexual de estos indígenas comienza a una edad muy tierna. Las relaciones desordenadas y caprichosas de estos primeros años, se sistematizan en el curso de la adolescencia en forma de intrigas más o menos estables, que, finalmente, se transforman en uniones permanentes. (…) se ve nacer y desarrollarse una preferencia personal que, poco a poco, hace retroceder al último plano a todos los demás asuntos amorosos. Esta preferencia puede nacer de una verdadera pasión sexual o de una afinidad de caracteres (…)”. Bronisław Malinowski, La Vida Sexual de Los Salvajes, 1929
El amor: una excepción ampliamente extendida
“El sentimiento amoroso es una excepción dentro de esa gran excepción que es el erotismo frente a la sexualidad. Pero es una
excepción que aparece en todas las sociedades y en todas las épocas. No hay pueblo ni civilización que no posea poemas, canciones, leyendas o cuentos en los que la anécdota o el argumento no sea el encuentro de dos personas, su atracción mutua y los trabajos y penalidades que deben afrontar para unirse”. Octavio Paz, La llama doble, pág. 33
Neurociencia del amor
La evidencia procedente de estudios de resonancia magnética respaldan la hipótesis de que las zonas cerebrales vinculadas a
los circuitos dopaminérgicos de la recompensa están altamente activos durante la etapa del amor romántico. Estas zonas cerebrales son distintas de las que se activan ante el solo impulso sexual. El amor romántico no sería una emoción específica, sino que involucra zonas neurales vinculadas a un amplio rango de emociones y conductas. (Romantic love: An fMRI study of a neural mechanism for mate choice, Fischer et al., 2005.).
Amor y adicción
Los individuos que se encuentran en la etapa inicial de un amor romántico intenso muestran síntomas conductuales y psicológicos
similares a personas con adicciones a sustancias y otros trastornos adictivos, incluida la euforia, el craving (deseo intenso y descontrolado), la tolerancia, la dependencia emocional y física, la abstinencia y la recaída. (Intense, Passionate, Romantic Love: A Natural Addiction? How the Fields That Investigate Romance and Substance Abuse Can Inform Each Other. Fischer et al., 2016).
Que el amor puede comportarse como una adicción lo intuyó en poeta Rafael Cadenas:
“Él abre los ojos,
siente,
se abandona.
Sabe que ya nada, nada
le pertenece,
salvo su dependencia,
y acata
el extraño señorío”.
Amor confluente
- El amor confluente es un amor contingente, activo y por consiguiente, choca con las expresiones de «para siempre», «solo y único» que se utilizan en el amor romántico (…) cuanto más retrocede el valor del hallazgo de una «persona especial», más cuenta la «relación especial«.
- El amor confluente presupone la igualdad en el dar y recibir emocional y la posibilidad de un placer sexual recíproco.
- No es necesariamente monógamo, en el sentido de la exclusividad sexual. Lo que la pura relación implica es la aceptación —por parte de cada miembro de la pareja hasta nuevo aviso— de que cada uno obtiene suficientes beneficios de la relación como para que merezca la pena continuarla. La exclusividad sexual tiene aquí un papel en la relación, en el grado en que los emparejados lo juzguen deseable o esencial. (Anthony Giddens, La transformación de la intimidad, 1992).
El amor: escudo contra la muerte
- El recuerdo de la propia muerte aumenta la motivación para
formar y mantener relaciones cercanas. - El mantenimiento de relaciones cercanas proporciona un escudo simbólico contra el terror de la muerte. (The existential function of close relationships: introducing death into the science of love. Mikulince, Florian y Hirschberger, 2001).
El arte de amar
“Prácticamente no existe ninguna otra actividad o empresa que se inicie con tan tremendas esperanzas y expectativas, y que, no obstante, fracase tan a menudo como el amor”.
“Para la mayoría de la gente, el problema del amor consiste fundamentalmente en ser amado, y no en amar (…) El malentendido más común consiste en suponer que dar significa renunciar a algo, privarse de algo, sacrificarse (…) En el acto mismo de dar, experimento mi fuerza, mi riqueza, mi poder. Me experimento a mismo como desbordante, pródigo, vivo, y, por tanto, dichoso. Dar produce más felicidad que recibir, no porque sea una privación, sino porque en el acto de dar está la expresión de mi vitalidad”. Erich Fromm, El arte de amar.
Amor y física cuántica
“Cuando dos partículas colisionan con altas energías, generalmente se hacen pedazos, pero estos pedazos no son más pequeños que las partículas originales”. Fritjof Capra, El tao de la física.
Entonces, ¿qué es el amor?
«Es el culmen de la unión entre la locura y la sabiduría. ¿Cómo desenredar esto? Es evidente que es el problema que afrontamos en nuestra vida y que no hay ninguna clave que permita encontrar una solución exterior o superior. El amor conlleva precisamente esa contradicción fundamental, esa copresencia de la locura y la sabiduría.” (Edgar Morín, Complejo de amor)
Amar es una apuesta
Si el sexo es sentir, el amor es sentir y sentido.
Puede ser, también, y no lo descartemos, que el amor sea una forma de engañarnos a nosotros mismos, y que solo haya sentir y nada tenga sentido…
¿Quién sabe algo del amor? ¿Quién puede estar seguro?
Por más que discurramos, amar es una apuesta.
Entrevista con Mily Channel
El amor más allá de lo romántico y lo tóxico