La exigua presencia de profesionales de la salud mental en la sanidad pública española ha llevado a la instauración de una práctica que debería hacernos reflexionar: la prescripción de fármacos antidepresivos por parte de los médicos de cabecera a pacientes con síntomas de depresión, basándose en el relato de la persona y en una entrevista clínica cuya duración promedio es de 5 minutos.
En lugar de derivar a una unidad de psicología (inexistente en atención primaria e insignificante en el resto de niveles del sistema de salud pública), como ocurre en otros países del entorno, los médicos de cabecera, abrumados por el exceso de trabajo, y sin la formación específica necesaria, recetan Escitalopram (un popular antidepresivo) como quien ordena paracetamol.
Si los efectos positivos de los antidepresivos estuviesen suficientemente probados y se tratara de fármacos con pocos o nulos efectos adversos, no habría problema. Pero ninguno de los dos supuestos se cumple.
Depresión y efecto placebo
El psiquiatra y neurocientífico Stephen Stahl, uno de los expertos mundiales más reconocidos en el campo de la psicofarmacología, defensor del uso de fármacos como primera opción en el tratamiento de la depresión, admite, en su obra Psicofarmacología esencial de Stahl (2008), que:
“Cada vez hay mayores dificultades para demostrar en ensayos clínicos que los antidepresivos –incluso los ya bien estudiados- funcionan mejor que el placebo”.
Se estima que solo un tercio de los pacientes con depresión ven remitir sus síntomas en el primer tratamiento antidepresivo, y, aún en estos casos de éxito, la tasa de recaída es de 30% (Stahl, 2008). A medida que pasan meses o años y la persona recibe varios tratamientos, la probabilidad de que la depresión se manifieste de nuevo puede llegar al 100%
Según refiere Stahl, en los ensayos clínicos en los que se comparan psicoterapia, placebo y antidepresivos, los resultados han mostrado que la Terapia Interpersonal breve (TIP) y la Terapia Cognitiva-Conductual para la depresión (TCC) pueden ser tan efectivas como los antidepresivos. Pero lo que más llama la atención es que no exista una diferencia estadísticamente significativa entre los fármacos antidepresivos y el placebo. Disculpen: sí existe diferencia. El placebo no tiene severos efectos secundarios.
Antidepresivos: el último recurso
En 1998, los investigadores Irving Kirsch y Guy Sapirstein, mientras estudiaban los efectos del placebo en el tratamiento de la depresión, se encontraron con un sorprendente hallazgo: no es que el placebo sea efectivo contra la depresión, lo cual era su hipótesis de trabajo, sino que los antidepresivos tuviesen un efecto solo ligeramente superior al placebo.
Kirsch, doctor en psicología y miembro de la facultad de medicina de Harvard, y su equipo, siguieron investigando, esta vez, con información sobre ensayos clínicos, tanto publicados como no publicados por la Food and Drug Administration, máxima autoridad en materia de medicamentos en Estados Unidos.
Al incluir la totalidad de la información disponible sobre la efectividad de los antidepresivos, la ligera diferencia a favor de los fármacos con respecto al placebo desapareció. Tan solo existe una pequeña distinción que favorece a los antidepresivos en los casos más graves de depresión, lo que Kirsch atribuye no a que los antidepresivos funcionen, sino a que en pacientes gravemente deprimidos el placebo no tiene efecto, pues estas personas han perdido toda esperanza de que algo pueda ayudarles.
Los estudios de Kirsch han sido sistemáticamente replicados por otros investigadores que han obtenido resultados similares, lo que ha llevado al británico National Institute for Health and Care Excellence (NICE) a cambiar su guía de recomendaciones sobre el tratamiento de la depresión, situando a los antidepresivos en una segunda línea de intervención.
Tomando en cuenta que diversos metaanálisis sobre el tratamiento de la depresión coinciden en afirmar que la psicoterapia, e incluso, el ejercicio físico, pueden ser tan efectivos como los antidepresivos, la conclusión a la que llega Kirsch (2008) es difícil de discutir:
“Cuando diferentes tratamientos son igualmente efectivos, la elección debe basarse en el riesgo y el daño, y de todos los tratamientos, los fármacos antidepresivos son los más riesgosos y dañinos. Si es preciso utilizarlos, debe hacerse como el último recurso, cuando la depresión es muy severa y otros tratamientos alternativos han sido probados y fracasaron”.
Aunque le llamemos “procesamiento ineficiente de la información”, “errores cognitivos” o “construcción de la realidad”, uno de los consensos en psicoterapia es que la forma en que la persona deprimida interpreta la realidad juega un papel central en la depresión, al menos en su mantenimiento.
De allí que las diversas escuelas de psicoterapia, cada una a su modo, intente ayudar al paciente con depresión a corregir, cambiar, construir, en fin, a hacer más adaptativas las ideas depresivas que tiene la persona sobre sí misma, sobre el mundo y sobre su futuro. Es, entonces, cuando aparece el nombre de Epicuro.
Epicuro o la felicidad de existir
Pocos filósofos griegos han sido tan atacados, calumniados o malinterpretados como Epicuro (Samos, 341 a. C. – Atenas, 270 a. C.). Se le ha acusado de irrespetuoso con los dioses, de hedonista y vividor.
Quizás está inquina que despertó entre las escuelas filosóficas de su época con las que rivalizó (cínicos y estoicos), y entre doctrinas posteriores (el cristianismo) esté detrás de un hecho lamentable: casi toda su obra, que el historiador Diógenes Laercio cifraba en 300 libros, ha desaparecido. Solo han llegado hasta nosotros una selección de cartas y unos pocos fragmentos, suficientes, no obstante, para medir el impacto que su doctrina de la felicidad tuvo en la antigüedad.
¿Por qué Epicuro y no otro filósofo? Porque Epicuro, a diferencia de otras figuras fundamentales del pensamiento occidental, como Sócrates, era humano, demasiado humano, y eso es lo que lo hace significativo desde el punto de vista psicoterapéutico: la perfección socrática está demasiado alejada de la persona común.
“Envíame un tarro de queso, a fin de que pueda darme un gusto cuando me apetezca”, le escribe Epicuro a un amigo.
Mientras Platón tenía una Academia y Aristóteles su Liceo, sendos centros de enseñanza de la época, Epicuro disfrutaba de una casa y un huerto, conocido como el Jardín, en el cual recibía a sus amigos –incluyendo mujeres y esclavos- y se entregaban a filosofar y a compartir el gusto por la vida. Porque, para Epicuro, no había nada más alto que el placer, pero no el simple placer que brindan las experiencias sensoriales (aunque también), sino el placer puro de existir (Walter Otto, 1975).
A diferencia del sabio estoico, exento de pasiones y afectos, inconmovible ante los sufrimientos de la vida, el sabio epicúreo acepta las pasiones del alma como algo natural en el ser humano, solo que llama a domesticarlas a través del juicio y la razón (García Gual, 2003).
No nos extenderemos más en la figura de Epicuro. Es preferible dar paso a sus palabras. Sabemos que es más fácil tomar pastillas que sentarse a leer un tratado de filosofía. Pero con Epicuro, como solo disponemos de algunos fragmentos, este problema queda resuelto, y la lectura de sus textos, con toda seguridad, es mucho más agradable y vigorizante que la de un prospecto farmacéutico.
40 grageas de Epicuro
Dosis y administración
Por la mañana, nada más levantarte, anota en un pósit, de forma calmada y consciente, la frase que corresponda a ese día, y pégala en un lugar visible (espejo del baño, nevera, tu lugar de trabajo, etc.) de manera que puedas leerla, al menos, tres veces a lo largo del día. Reflexiona sobre cada frase, pero desde un punto de vista personal: ¿qué significa para ti? ¿Qué ejemplos de tu vida encajan con ella? ¿Cómo se aplica a tu propia experiencia de vida?
Por la noche, de manera ritual, despega el pósit y pégalo en una puerta o pared, en la que se irán juntando, una a una, todas las sentencias de Epicuro, hasta agotar las grageas.
Posibles efectos adversos
Aunque sus críticos lo intentaron, en 2.300 años no se ha descrito ninguno.
Contraindicaciones
Presentar alergia al pensamiento y la reflexión.
1
«Comamos y bebamos que mañana moriremos».
2
«El que no considera lo que tiene como la riqueza más grande, es desdichado, aunque sea dueño del mundo.»
3
“Tú siempre y cuando no quebrantes las leyes ni trastornes la solidez de las buenas costumbres ni molestes al prójimo ni destroces tu cuerpo ni malgastes tus fuerzas, has uso como gustes de tus preferencias (sexuales). Pero, la verdad, es que es imposible no ser cogido al menos por uno de estos inconvenientes, el que sea. Pues las cosas de Venus jamás favorecen, y por contentos nos podemos dar si no perjudican”.
4
“La gente es infeliz o por miedo o por apetencia infinita y vana. Si la gente refrena esos impulsos está en disposición de conseguir para sí el bendito raciocinio”.
5
“Ante cualquier deseo debemos formularnos la siguiente cuestión: ¿qué me sucederá si se cumple el objeto de mi deseo, y qué si no se cumple?”
6
“El imperturbable no resulta molesto ni para sí mismo ni para otro”.
7
“Reviento de satisfacción en mi cuerpecillo cuando consumo agua y pan, y detesto los placeres lujosos, no por los propios placeres, sino por los dolores que por esa razón les siguen”.
8
“Pasa desapercibido en tu vida”.
9
“Dulce es el recuerdo del amigo muerto”.
10
“A quien un poco no basta, a ese nada le basta”.
11
“La conformidad es la mayor de todas las riquezas”.
12
“Debemos apreciar la belleza, la virtud y las cualidades de índole semejante, siempre que proporcionen gozo, pero si no lo proporcionan hay que decirles adiós muy buenas y dejarlas”.
13
“No se debe envidiar a nadie, pues los buenos no son merecedores de envidia y los malos cuanta más suerte tienen tanto más se pierden”.
14
“Si quieres hacer rico a Pítocles, no le proporciones riquezas, sino réstale ambición”.
15
“No hay que aparentar que buscamos la verdad sino buscarla realmente, pues no necesitamos ya parecer que tenemos buena salud sino tenerla realmente”.
16
“Debemos curar nuestras desgracias mediante una buena disposición de ánimo hacia los bienes perdidos, y comprendiendo que no nos es dado hacer que no se cumpla lo que ya ha tenido lugar”
17
“Es estúpido pedir a los dioses las cosas que uno no es capaz de procurarse a sí mismo”.
18
«La muerte, temida como el más horrible de los males, no es, en realidad, nada, pues mientras nosotros estamos, la muerte no está, y cuando ésta llega, nosotros no estamos.»
19
«Lo insaciable no es la panza, como el vulgo afirma, sino la falsa creencia de que la panza necesita hartura infinita».
20
«Nada es suficiente para quien lo suficiente es poco.»
21
«Que nadie, mientras sea joven, se muestre remiso en filosofar, ni, al llegar a viejo, de filosofar se canse. Porque, para alcanzar la salud del alma, nunca se es demasiado viejo ni demasiado joven.»
22
“Dios quiera que no hagas nada en la vida que te de miedo si llega a descubrirlo tu prójimo”.
23
«Quien un día se olvida de lo bien que lo ha pasado se ha hecho viejo ese mismo día».
24
«Todo el mundo se va de la vida como si acabara de nacer».
25
«También en la moderación hay un término medio, y quien no da con él es víctima de un error parecido al de quien se excede por desenfreno».
26
“Todo dolor es fácil de despreciar, pues el que causa una molestia intensa es de corta duración, y el que dura mucho en el cuerpo causa una molestia muy suave”.
27
“La necesidad es un mal, pero no hay ninguna necesidad de vivir sometido a la necesidad”.
28
“En la mayoría de las personas la inactividad se embota y el ejercicio se inflama”.
29
“Nadie que comprende el mal lo prefiere al bien, pero seducido por el señuelo que aparenta ser un bien si se compara con un mal mayor, cae en su anzuelo”.
30
“Si se prescinde de la contemplación, de la conversación y trato con la persona querida se desvanece toda pasión erótica”,
31
“A la Naturaleza no se le debe forzar sino hacerle caso, y le haremos caso si colmamos los deseos necesarios y los naturales siempre que no perjudiquen y si despreciamos con toda crudeza los perjudiciales”.
32
“En las demás tareas de la vida solo después de terminadas les llega el fruto, pero en la búsqueda de la verdad corren a la par el deleite y la comprensión, pues no viene el gozo después del aprendizaje, sino que se da el aprendizaje a la vez que el gozo”.
33
“Frente a los demás es posible procurarse seguridad, pero en lo tocante a la muerte todos los seres humanos habitamos una ciudad indefensa”.
34
“El grito del cuerpo es este: no tener hambre, no tener sed, no tener frío. Pues quien consiga eso y confíe en que lo obtendrá competirá incluso con Zeus en cuestión de felicidad”.
35
“No obtenemos tanta ayuda de la ayuda de los amigos como de la confianza en su ayuda”.
36
“El sabio que cae en situaciones angustiosas sabe más de repartir a otros que de recibir él: tan maravilloso es el tesoro de la satisfacción que descubrió”.
37
“Las malas costumbres, como a hombres malvados que han causado un enorme perjuicio durante largo tiempo, al final las repudiamos”.
38
“Debemos hacer la jornada siguiente mejor que la anterior”.
39
“Cuando la Parca nos lleve de aquí nos iremos tras echar un enorme escupitajo contra la vida y contra los que neciamente se pegan a ella, al mismo tiempo que entonaremos un hermoso cántico de salvación gritando que nuestra vida ha sido bella”.
40
“Nacemos una sola vez y dos no nos es dado nacer, y es preciso que la eternidad no nos acompañe. Pero tú, que no eres dueño del día de mañana, retrasas tu felicidad y, mientras tanto, la vida se va perdiendo lentamente por ese retraso, y todos y cada uno de nosotros, aunque por nuestras ocupaciones no tengamos tiempo para ello, moriremos”.
Para saber más:
Kirsch, Irving (2008). Antidepresivos y efecto placebo.
Epicuro, Obras completas, Ediciones Cátedra.
García Gual, Carlos (2003). El sabio epicúreo y el sabio estoico. Revista de Filosofía, 30, 23-31.
Otto, Walter (2005). Epicuro. Editorial Sexto Piso.