El rol del padre en el parto nunca ha sido definido con exactitud: ¿qué debería hacer un hombre que acompaña a su mujer mientras ella trae la nueva vida al mundo?
¿Sacar temas de conversación irrelevantes para distraerla e intentar que le duela menos? ¿Moverse a toda prisa, cogiéndose la cabeza y exclamando a voces “madre mía”? ¿Chatear con los amigos por whatsapp? ¿Hablar a todo volumen por teléfono? ¿Grabar muchos vídeos?
Cada vez son más los hombres que acompañan a sus parejas durante el nacimiento de los hijos e hijas, sin que el personal sanitario, los cursos tradicionales de preparación al parto ni nadie les informe qué hacer o cuál es la manera más adecuada de comportarse, dónde están los límites de su actuación y, lo más importante, cómo pueden ayudar a su mujer sin subirle la adrenalina.
El limbo de la pareja en el parto
En un trabajo de Steen y colaboradores (Universidad de Chester, 2012), acerca de la experiencia de los padres en el paritorio, se recoge una expresión muy ilustrativa: los hombres son “no-pacientes y no-visitantes”.
«Esto los sitúa en un espacio intersticial e indefinido (tanto emocional como físicamente) con la consecuencia de que muchos se sienten excluidos y temerosos».
Más allá de este limbo en el que se sienten algunos padres cuando están en el hospital junto a sus mujeres, llega el momento de actuar, es decir, de acompañar.
¿Coach, compañero de equipo o testigo?
De acuerdo con el análisis etnográfico de Chandler y Field’s (1997), realizado en el Royal Alexandra Hospital (Edmonton, Canadá), y del estudio fenomenológico de Kunjappy-Clifton’s (2007), del Observatorio de la Salud de West Berkshire (Inglaterra), los padres suelen asumir tres roles diferentes durante el parto:
- Coach
- Compañero de equipo
- Testigo
El rol de coach, como el nombre sugiere, implica una participación activa, casi directiva, durante el parto. El compañero de equipo, por su parte, se encuentra presente para responder a las necesidades y solicitudes de la mujer, teniendo siempre presente que la protagonista del parto es ella. Por último, el testigo prefiere tomar, o es obligado a tomar, un papel más pasivo como simple observador.
Aunque de estos tres roles el de coach pueda rechinar al oído, cuando los datos proceden de la realidad rechazarlos es como rechazar la lluvia. Si a veces la pareja adopta el rol de coach puede ser porque, en efecto, se trata de un hombre dominante, dispuesto a controlar a la mujer en todo momento, incluso durante el parto.
Pero también puede ocurrir, dependiendo de quién es ese hombre y quién, esa mujer, que el rol de coach cumpla un efecto positivo y no estemos ante una situación de dominación o de robo del protagonismo de la mujer.
El tercer rol, el de testigo, aunque nos pueda parecer inútil, también puede jugar un papel importante: el de ayudar a la pareja a construir a posteriori el relato del parto, una necesidad psicológica que muestran las mujeres en casi todas las culturas.
PRAN de parto para padres
Nuestro rol preferido, que bien llevado puede incluir a los otros dos, es el de compañero de equipo. En este sentido, el pasado 14 de septiembre presenté en el Curso Paternidad y Perinatalidad, organizado por el Instituto Europeo de Salud Mental Perinatal, mi PRAN de parto para padres, una propuesta personal, producto de la investigación académica y de mi experiencia como acompañante en el parto planificado en casa de mi pareja.
El PRAN de parto para padres podemos definirlo como una guía de actuación para hombres que acompañan a sus parejas en el parto, y que se expresa en el acrónimo:
Proteger
Respetar
Atención plena
Nada personal
Proteger
Una de las principales misiones del hombre es asegurarse de que el ambiente que rodee a la mujer, antes, durante y después del parto, sea calmado y pacífico. En un parto en casa, naturalmente, es más sencillo cumplir con esta misión, pues el control sobre los elementos del ambiente es casi total. Pero cuando el parto transcurre en un hospital muchos factores ambientales son ajenos a la pareja. Aún así, son muchas las cosas que se pueden hacer.
Antes del parto, la labor protectora del hombre comienza por informarse, como mínimo, sobre fisiología del parto (para comprender el proceso que experimentará su compañera) y acerca de los protocolos de atención médica en el lugar de elección (sorprende cómo pueden variar tanto de un hospital a otro).
Lo ideal sería que el hombre apoye a la mujer en la realización de un Plan de Parto (y se lo lea), pues algunos aspectos de su cumplimiento pueden recaer sobre él.
- ¿Podré acompañar a mi pareja de forma permanente durante la estancia en el hospital, incluso en caso de cesárea?
- Si, después del parto, mi mujer no está en condiciones de estar con el bebé, ¿se me entregará mi hijo o mi hija para hacer piel con piel?
Estos son solo dos ejemplos de algunas preguntas básicas que todo hombre que piensa acompañar a su mujer en el parto debería hacer.
Una cliente en psicoterapia, que dio a luz en un hospital universitario, me relató su malestar por la experiencia desagradable de haber sido sometida durante el parto a numerosos tactos vaginales por diferentes médicos en prácticas, sin su consentimiento y sin que nadie le dirigiera tan siquiera una mirada.
“Me sentí como una muñeca inflable, puesta ahí para que los estudiantes practicaran. Mi esposo, sentado en una silla, no hacía sino mirarme con cara de impotencia”.
En un caso así, proteger significa recordarle al profesional a cargo de los estudiantes en formación, sin alzar la voz, pero con firmeza (recordemos siempre que no queremos subirle la adrenalina a la mujer), que de acuerdo con la Ley 41/2002 de Autonomía del Paciente, cualquier intervención médica requiere del consentimiento previo del o la paciente, quien tiene derecho a negarse.
Se conocen casos de padres que son invitados por el personal sanitario a empujar con los puños o el antebrazo “la tripa” de su mujer, sin que el hombre sepa que le está practicando la peligrosa maniobra de Kristeller, desaconsejada por la Organización Mundial de la Salud y por la propia Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia, pero que aún se sigue practicando con cierta frecuencia en algunos hospitales.
De allí, insistimos, la importancia de informarse como requisito indispensable para un acompañamiento seguro de la mujer.
Proteger también significa hacerse responsable de todos los aspectos prácticos y de la vida doméstica, propios de cada pareja, que le permitan a la mujer “desconectar” de todo aquello que no sea su trabajo de parto, incluyendo servir de barrera de contención ante la familia. La necesidad de tranquilidad de la mamá y el bebé son lo más importante.
Respetar
Una de las formas que adopta el irrespeto es la lástima.
Escribe la matrona holandesa Beatrijs Smulders, en su libro Parto Seguro:
“No hay nada más desalentador que tener a un acompañante al lado con cara de lástima porque está muerto de miedo. De forma indirecta y sin darse cuenta estará comunicando a su mujer que no confía. Esto desanima a cualquiera. La mayor ayuda que puede brindarle a su mujer es mostrarle la confianza de que puede hacerlo”.
Si sentir lástima no es respetar, mucho menos lo es pretender controlarlas, criticarlas o culparlas.
Otra cliente en psicoterapia no olvida (y no perdona), tres años después del parto, que su marido le dijera, mientras ella estaba en la fase de dilatación y divagaba: “¡Deja de decir tonterías!”.
Un hombre informado sabrá que durante el parto muchas mujeres experimentan un estado alterado de consciencia, producto de la cascada neurohormonal que se desata en el organismo, y que las lleva a habitar en el llamado “planeta parto”. Querer sacarlas de allí es un error. Todo lo contrario, hay que protegerlas de cualquier estímulo externo que pueda traerlas de vuelta al mundo de los que no están pariendo.
No es necesario preguntarles cada cinco minutos cómo se sienten. No hace falta distraerlas del dolor con conversaciones intrascendentes. Mientras más silencioso sea el acompañamiento, mejor.
Respetar también significa acompañar a la pareja en sus decisiones sobre el parto y el nacimiento. Aunque el hijo o la hija será de los dos cuando nazca, mientras habite en el cuerpo de la mujer la última palabra es la de ella.
Es la mujer quién debe decidir dónde y con quién parir. Es la mujer la que debe aceptar que le induzcan el parto justo el primer día de la semana cuarenta (o antes) o esperar tranquila, si no existe razón médica de peso, hasta la semana cuarenta y dos, y que el parto se desencadene de forma espontánea. Es la mujer la que debe escoger si quiere anestesia epidural o no.
Porque será también tu bebé, pero la que va a parir es ella.
Atención plena
En Occidente, la mayoría de los hombres asistirá una o dos veces como acompañante de su pareja durante el parto. Siendo un evento tan significativo y extraordinario, ¿no vale la pena estar ahí, con atención plena?
Podemos utilizar o no la palabra, mindfulness, pero estar plenamente conscientes junto a nuestra mujer, atento a sus necesidades, es todo lo que se nos pide a los hombres.
El parto es un evento fisiológico, pero también es mucho más: deseos, expectativas, ansiedades, miedos, pensamientos, creencias, emociones, sentimientos…
De allí que los programas de preparación al parto basados en mindfulness, como el Mindfulness-Based Childbirth and Parenting Program (MBCP), desarrollado por Nancy Bardacke, profundizan en cómo las emociones, los sentimientos y los pensamientos afectan la experiencia de embarazo y parto de cada mujer.
Al aumentar nuestra atención al momento presente, mindfulness nos ayuda a saber con más acierto qué necesita nuestra pareja en cada momento. A veces la mujer requerirá que estemos callados; otras veces necesitará escuchar palabras de aliento.
Estar atentos, bien despiertos, es una herramienta crítica para un buen acompañante. Distraerse o quedarse dormido en el sofá mientras tu mujer te necesita es algo que ella no olvidará.
Es importante mantener la calma y transmitir seguridad y confianza. A veces, la mujer lo único que necesita es saber que no está sola en su viaje, y la pareja solo puede sostenerle la mano y secar el sudor de la frente.
Nada personal
Una mujer que está pariendo se encuentra en una situación límite y es capaz de expresar su desesperación de un modo brusco, alejado de convencionalismos sociales o buenos modales.
No tomarse nada personal significa exactamente eso: tener presente que no es contra ti. Cualquier cosa que diga tu mujer en ese momento no es para ofenderte. Reacciones inmaduras como “te quedas sola” y cruzar los brazos o dar un portazo no caben en una situación como la del parto.
Incluso, es posible que te eche del lugar. Acéptalo. La protagonista del parto es ella, por tanto, lo único importante son sus necesidades, no tu orgullo narcisista de macho herido. Aprovecha para descansar y come algo. Cuando te necesite de nuevo, debes estar ahí, con tu mejor disposición para servir.
Formar para acompañar
Acompañar el dolor de una persona no es tarea fácil, mucho más si esa persona es un ser querido, en una situación límite.
Sin embargo, en algunas investigaciones como las mencionadas al comienzo de este texto se destaca que muchos padres consideran que las clases tradicionales de preparación al parto, aunque útiles en otros aspectos, no les sirvieron en su labor de acompañantes.
Como sociedad, ¿no deberíamos plantearnos que si los hombres están asistiendo como acompañantes a los partos deberían recibir la formación necesaria para ser verdaderamente útiles a sus mujeres sin subirles la adrenalina?
Información de interés
“El parto es una oportunidad única e irrepetible para que nazca también el padre”. Máximo Peña en El País, 5 de octubre de 2018
Instituto Europeo de Salud Mental Perinatal. Curso Paternidad y Perinatalidad